Les tenemos una noticia, aunque quizás ya la sepan: viajar por la Panamericana no es tan lindo como lo vemos en Instagram.
Sí, es cierto que los paisajes sean incluso mejores que en las fotos. Pero, ¿todos esos amaneceres junto al mar? ¿O una cena bajo la luz de las estrellas en medio de un desierto?
Bueno, no es que no sean ciertos. Pero lo que nadie dice es cuánto cuesta llegar a eso.
Porque la verdad es esta: para encontrar esos lugares, hay que cruzar fronteras. Y manejar mucho. Y perderse. Y preguntar. Y volverse a perder.
Y no nos olvidemos de los trajines cotidianos: cargar gasolina, agua y gas. Chequear las baterías y los fluidos del vehículo. Bañarnos, hacer las compras y buscar dónde dormir.
Viajar por la Panamericana es una aventura, sí. En todos los sentidos.
Por eso, y para desmitificar un poco la fantasía del perfecto #vanlife, les contamos acá cómo es realmente viajar por la ruta Panamericana.
No todas las paradas van a ser majestuosas
Empecemos por aclarar lo obvio, aunque muy pocas veces hablado.
¿Cuántas veces viste una foto de un camping destartalado? ¿O de un estacionamiento de un Walmart? Pocas, ¿no?
Lo cierto de todo es que muchas (muchas) veces las paradas de la ruta Panamericana no son tan pintorescas como vemos en nuestras redes sociales.


Pero, obviamente, no hablamos mucho de eso. Después de todo, nadie quiere ver que al abrir tu puerta hay una luz fluorescente sobre una fila de carros de supermercado.
Parar a dormir en el camino implica, muchas veces, quedarse en estacionamientos o calles que nada tienen de especial, pero que son seguras o cómodas para llegar a algún otro destino.
Por suerte, la ruta Panamericana lo compensa con otras paradas tan increíbles que se convierten en las más memorables. Y sí, en las que ponemos en Instagram.
Hay que tomar decisiones todos los días
Quizás pienses: «Pero yo ya tomo decisiones todos los días». Y es cierto.
Pero también es cierto que probablemente muchas cosas ya tengas resueltas.
Por ejemplo, volver del trabajo suele implicar siempre la misma ruta, tu casa está donde la dejaste y seguramente vayas al mismo supermercado casi todos los días.
En la ruta Panamericana todas esas variables se vuelven, bueno, variables.
La ruta se abre como un abanico y se transforma de pronto en una decena de opciones. ¿Adónde queremos ir hoy?


Y si nos vamos, ¿qué camino tomamos? ¿Tenemos algún lugar de paso donde cargar gasolina? Cuando lleguemos, ¿dónde podremos dormir?
O quizás nos queremos quedar: ¿Tenemos suficiente agua? ¿Y propano? ¿Y comida? Y si necesitamos comida, ¿dónde está el supermercado más cercano?
La Panamericana implica muchísimas decisiones cotidianas. Pero lo bueno es que la recompensa es grande.
¿Querés más inspiración para tu viaje? Encontrá acá nuestras 7 rutas favoritas por la Panamericana.
Las fronteras son un embole
No nos vengan con eso de «Ay, yo no tuve nunca un problema».
Es verdad que antes de viajar por esta ruta esperábamos algo mucho peor. Habíamos escuchado historias de terror con respecto a las fronteras, y veníamos preparados para lo que sea.
En realidad, ninguna de las 10 fronteras que cruzamos durante el viaje fue para tanto. Todas siguen un protocolo bastante similar de: pasaporte, pago, sello, permiso del auto, revisión, seguro.
Sin embargo, decir que son la mejor parte del viaje es algo muy diferente.


Las fronteras suelen implicar esperas largas (a veces muy largas), muchas veces en lugares con cero comodidad, calor, incertidumbre y maltrato. Sí, como sabrán, los oficiales de migración no son por lo general la gente más simpática.
Desde Canadá, donde nos tuvieron en espera 4 horas por no tener boleto de vuelta a Inglaterra, a Belice, donde nos revisaron la camioneta punta a punta y nos sacaron finalmente un paquete de arroz (?).
El Salvador fueron 3 horas bajo una humedad sofocante, mientras que Nicaragua nos llevó una mañana eterna de trámites y burocracia.
Los días de frontera son de los más aburridos y los que más van a poner a prueba tu paciencia durante este viaje.
¿La clave? Averiguar todo lo que te van a pedir, ir bien preparado y con buena predisposición. Por más que del otro lado ni te saluden, en nuestra experiencia, una sonrisa y una actitud positiva hacen mucho en estas situaciones.
Va a haber días en que sientas que te sale todo mal
Esto es regla general en la vida. ¿Viste esos días en que sentís que absolutamente nada te sale bien?
Bueno, eso en la Panamericana obviamente pasa y, como todo viaje, pareciera estar exacerbado. Por estar en otro país, con otra cultura, lejos de casa y, sobre todo, de nuestra zona de confort.
Hay días en los que puede que se rompa tu vehículo. Y no tengas idea de dónde encontrar un mecánico.
Días de clima pésimo. O donde te pierdas. O te enfermes. O todo esto junto. Hemos tenido varias de estas jornadas en el viaje.
Como ese día en que recorriendo el pueblo de Banff de pronto el cielo se encapotó, nos empapamos (cámaras incluidas) y cuando llegamos al estacionamiento hechos sopa y ya haciéndose de noche encontramos que nos habían chocado el motorhome.


O cuando en Santa Barbara nos despertó la policía para echarnos de un estacionamiento a las 6 de la mañana, nos movimos de lugar y, aunque estábamos agotados, nos fuimos a caminar para disipar el malhumor de una noche de sueño interrumpido.
Con la suerte que volvimos dos horas después para descubrir que en la calle donde habíamos parado estaba prohibido estacionar y teníamos una multa de 50 dólares.
Sin embargo, sabemos que estas son nimiedades y realmente nos consideramos afortunados: en todo el viaje jamás nos robaron, no se nos rompió ni una vez la camioneta ni nos enfermamos de gravedad.
Y, como todo en la vida, depende de cómo te lo tomes: pensá que seguramente este momento donde la estás pasando tan mal te sirva no solo de lección, sino que va a ser una de las cosas más memorables del viaje y que con un poco de perspectiva vas a poder apreciar en un par de años.
El desorden es real
Ay, esas hermosas Kombi VW de interiores coloridos. Esos almohadones haciendo juego con las cortinas.
Cocinas sacadas de Pinterest y camas hechas. Bueno, suerte en encontrar alguna así en la «vida real».
Sí, somos culpables de esto: nos gusta sacar nuestras fotos con la camioneta ordenada y nosotros vestidos decentemente. Estamos seguros que nuestra versión sucia y con cama deshecha no les gustaría tanto.
Sin embargo, lo cierto es que viajar por la ruta Panamericana implica viajar y vivir. Y esos pocos metros cuadrados tienen que cumplir con todo en la lista.

Y eso, como en cualquier casa, implica desorden la mayor parte del tiempo. Ropa tirada, platos para lavar, cámaras, computadoras y libros ocupando espacio.
Ni hablar del movimiento: una gran clave de este viaje es asegurar que nada pueda caerse antes de salir a la ruta. La mezcla de arroz y detergente volcados en el piso no es muy agradable de limpiar. Te lo decimos por experiencia propia.
Vivir en tu propio vehículo es eso: vivir. Y para esas fotos perfectas en Instagram hay que ordenar y limpiar. Mucho y todo el tiempo.
Te invitamos a leer las historias reales de la Panamericana en nuestra sección de entrevistas.
El cansancio también
Estamos hablando de más de 40.000 kilómetros. Obvio que te vas a cansar.
Nos resulta hasta simpática la idea que existe de que viajar así es como estar de vacaciones. Pero no, para nada.
Si sos como nosotros (y la mayoría de los viajeros que hemos conocido) probablemente tengas que trabajar durante tu viaje: con la compu, haciendo artesanías, cocinando…
Si a esto le sumamos la toma de decisiones diaria del recorrido, las rutas y las paradas, para cuando termine el día vas a estar completa y absolutamente agotado.
Durante este viaje teníamos la idea de ponernos al día con decena de libros, escribir el triple para el blog e incluso aprender otro idioma. Ay, qué idiotas ilusos.


La realidad de la Panamericana no tardó en demostrarnos que por más que pensemos que vamos a tener más tiempo libre que nunca, lo cierto es que gran parte del día se va antes de que nos demos cuenta.
Pero hay algo bueno: se va en hacer algo que estás eligiendo hacer, y eso no tiene precio.
Es un viaje increíble
Después de todo esto, que parece conformar la lista de quejas de un cliente insatisfecho, tenemos que decir la verdad definitiva de cómo es viajar por la ruta Panamericana.
Y es esta: este viaje es in-cre-í-ble.
Todo lo complicado o difícil que tiene la Panamericana lo compensa con gente, cultura, paisajes y aventuras.
Al final del día, no hay nada tan malo en este viaje que nos haga replantear en lo más mínimo la decisión que tomamos al hacerlo.
Por eso, si estás planeando este viaje, no dejes que nada te desaliente. Ni las fronteras, ni los obstáculos, ni el cansancio.
Porque, después de todo, de eso también se trata: de tomar todo lo que aparece en el camino, aceptarlo, dejarlo que te transforme. Y seguir viaje.
¿Querés más razones para hacer esta mítica ruta? Encontrá acá nuestras 10 razones para viajar por la Panamericana.
¿Por qué querés viajar por la Panamericana? ¿Hay algo que te lo esté impidiendo? ¿Qué es?
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