Volver a casa: la historia de Indira y Matías

Esta es una historia que nos toca de cerca. 

No porque hayamos conocido a Indira y Matías durante nuestro viaje, ni tampoco porque se hayan convertido en unos de esos grandes nuevos amigos de noches-de-vino-y-reflexiones-de-camping que te da esta ruta.

La historia de Indira y Matías nos toca de cerca porque ellos tienen algo muy en común con nosotros: están, con su viaje por la Panamericana en su querida Catrina, volviendo finalmente a casa.

Es por eso que la historia de este viaje no empieza acá, sino 5 años atrás.

 

Antes de la Panamericana

Indira (28) y Matías (31) son argentinos, ambos de Burzaco, zona sur del conurbano bonaerense.

Ahí fue también donde se conocieron y empezaron a salir. Y hace 5 años, cuando a Matías le ofrecieron un trabajo en Ciudad de México, decidieron dejarlo todo en Argentina y mudarse.

Esa mudanza a México sería entonces su primer gran viaje: el primer saboreo de distanciarse significativamente de todo lo conocido.

Sin embargo, pronto lograron instalarse en un departamento en Colonia Independencia, comenzar a trabajar, y de pronto volver a tener una vida y una rutina «normales».

Pero, en el fondo, el plan era, en algún momento, volver a casa, a la familia y los amigos, aunque la manera de llevarlo a cabo aún no estaba del todo definida.

 

 

La vuelta

La idea original de volver a casa en una camioneta por las rutas del continente americano fue de Matías, aunque no recuerda cómo fue que se le ocurrió.

Y por suerte alcanzó con mencionarlo al pasar como para que Indira se entusiasme con la idea.

Si bien tanto en México como en Argentina habían recorrido varios lugares en auto, jamás habían hecho un recorrido de este tipo ni por tanto tiempo.

Después de semanas de investigación, decidieron comprar una VW Transporter 2012, a la cual le adaptaron completamente el interior para tener todas sus necesidades básicas resueltas, lo que también les da la libertad de pasar varios días sin necesitar nada más.

Esta VW pasaría entonces a convertirse en su querida Catrina, bautizada con el nombre de un fuerte símbolo de la cultura mexicana.

Pero Catrina no solo es su hogar y su fiel compañera de aventuras, sino que, en gran parte, es también la que marca el ritmo del viaje.

Dado que para importar a Argentina un vehículo comprado como residente en el exterior tenés como máximo 6 meses, el viaje debía comenzar en marzo y terminar, como mucho, en septiembre.

Y así, después de un par de imprevistos iniciales que no hicieron más que agregar a la ansiedad inaugural del viaje, fue que Matías, Indira y Catrina se lanzaron a su regreso a casa por Latinoamérica.

 

 

El (no) plan

Como cualquier viajero por la Panamericana podrá entender, Indira tenía un gran miedo: la incertidumbre de cada día. ¿Dónde dormirían la primera noche? ¿Cómo iban a ser las rutas que les tocaran? ¿Cómo iban a elegir el siguiente destino?

Si bien Matías lleva cierto planeamiento del viaje, como los gastos, trayectos y kilómetros a recorrer, viajar por la Panamericana les demostró que es imposible tener todo organizado de antemano.

Por más que habían buscando información en Internet sobre cada país al que irían, en la realidad, dicen, «todo se fue dando solo», a medida que conocían otros viajeros que les recomendaban ciertos lugares, o bien gente de la zona que les mencionaba destinos que no salen en las redes y que «por suerte, son siempre los más lindos».

Llevan un presupuesto en base a lo que tenían ahorrado y hacen un balance al salir de cada país para ver qué «gustos» se pueden dar en el próximo.

Pero hasta esto tiene su grado de improvisación: en el viaje decidieron comprar artesanías en México y Guatemala que pudieron vender en Costa Rica y Panamá para así contar con nuevos fondos para seguir el viaje.

«Aprendimos que se hace camino al andar«, dice Indira, «nada está resuelto de antemano, no importa cuánto queramos proyectar, cuánto nos esforcemos por tener todo calculado, las cosas se van resolviendo solas cuando les llega el momento».

 

 

El aprendizaje

Siempre decimos que no hemos hecho jamás un viaje que nos haya enseñado tanto como la Panamericana.

Hablando con Indira y Matías esto parece completamente reflejado de igual forma en su travesía.

Desde maneras de ahorrar en el camino, cocinando y durmiendo en su querida Catrina, comiendo en fondas locales para de paso conocer los sabores de cada región, o buscando lugares para cargar agua (y también minimizar el uso de plástico en su viaje).

O la manera de relacionarse con la gente de otra forma, conociendo personas con las que comparten solo algunos días, pero que se sienten como semanas o meses, y saber, al final, que serán amigos para toda la vida.

Otra cosa que destacan del viaje fue poder desterrar el mito de la inseguridad extrema de Latinoamérica.

«En cuanto comentamos la idea de hacer este viaje muchísimas personas nos decían que estábamos locos, que nos iban a matar en cualquier ruta, que nos estábamos arriesgando por nada», dicen, «y aquí andamos, vivitos y coleando con un millón de fotos, miles de paisajes guardados en la retina y de experiencias hermosas acumuladas para siempre».

¿Y qué fue lo mejor que les pasó en el viaje?

«Lo mejor fue crecer, abandonar temores y dudas que siempre nos tiraron para atrás, nos mantuvieron cumpliendo una rutina que no nos satisfacía, cumpliendo con un esquema de vida con el que realmente no nos identificamos. Después de esta experiencia ya sabemos que nunca más nos va a condicionar lo que la «sociedad» espera de nosotros».

Sin embargo, dicen que viajar no los enaltece como personas ni los hace mejor que nadie. «Este viaje nos enseñó que a veces quienes aún no se animan a viajar ven a quienes sí lo hacen como héroes y heroínas temerarios, y los viajeros no somos más que personas comunes que aprendimos a vivir de otra manera menos convencional».

 

 

La llegada

El pasado septiembre, después de 6 meses por las rutas Latinoamericanas y cientos de paradas memorables, Matías, Indira y Catrina llegaron de vuelta a Argentina.

¿Y ahora?

Después de este viaje (como muchos de nosotros) no saben qué vendrá, dónde irán a vivir o de qué van a vivir, pero sí tienen muy claro lo más importante: «no vamos a volver a ser quienes fuimos, no vamos a volver a la rutina odiosa de las 8 horas por día, de los 5 días de la semana en un trabajo que no nos gusta, solo para seguir alimentando la ruedita del consumo y consumiendo cosas que no necesitamos simplemente para sentir que el esfuerzo de nuestro trabajo sirve para algo».

Con este viaje, Matías e Indira aprendieron la que (creemos) es la lección clave de este viaje: que pueden vivir con menos y mejor, que pueden disponer de su tiempo para seguir acumulando paisajes y experiencias, más no ya cosas obsoletas que terminarán abandonadas en el fondo de un cajón.


Podés seguir el viaje de Indira y Matías en @catrinavan latinoamérica en Facebook e Instagram.


 

«Viajar es, al fin de cuentas, una expresión más de la vida. En la cotidianidad uno no planea día a día todos sus días, las cosas simplemente se van dando, los imprevistos se van resolviendo. Uno vive, en dónde esté y como esté».

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